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viernes, 29 de mayo de 2009

Columna Daniel Samper Pizano

El desastre que nos aguarda

Si usted tiene más de veinte años, conviene que lea esta nota a título de necrología. Cuando se cumplan los pronósticos de los científicos sobre lo que será Colombia, estaremos muertos casi todos los que hoy tenemos cédula de ciudadanía. Habrá muerto usted, habré muerto yo, Álvaro Uribe será una página vieja en la historia nacional y es posible que incluso ‘Tirofijo’ haya pasado a mejor vida.

Escribo para los colombianos que tienen posibilidades de rondar por estas tierras dentro de 63 años. Escribo para contarles lo que augura un estudio de proyección de modelos medioambientales recientemente divulgado por el Ministerio de Ambiente. El Gobierno anticipó un panorama de lo que será Colombia en el período 2070-2080, y lamento informarles que el futuro es bastante desalentador. En breve, buena parte del país estará amenazado por diversos fenómenos ambientales agudos y será preciso un colosal esfuerzo para movilizar a millones de colombianos lejos de las zonas de peligro. La agricultura habrá perdido cientos de miles de hectáreas, el bosque retrocederá y sobrevivirán pocos archipiélagos.

Las costas serán los lugares más indeseables del mapa. Por el calentamiento global, que acaba de motivar una cumbre multitudinaria en Bali, Indonesia, hacia 2060 el nivel del mar habrá subido 60 centímetros en la costa Pacífica (adiós Buenaventura) y 40 en el caribe (pobre Cartagena). Se inundarán más de 10.000 kilómetros cuadrados en los litorales; numerosos poblados y ciudades quedarán anegados, y habrá que evacuar a más de millón y medio de personas. Los alcantarillados se desbordarán y las aguas negras contaminarán los acueductos. El 45 por ciento de las vías de la Costa Atlántica sufrirá deterioro. San Andrés será juguete de ciclones tropicales que sacudirán también un tercio del litoral caribe colombiano.

Uno de cada cinco colombianos carece actualmente de agua potable (uno de los peores índices de Latinoamérica); pero si, como parece, se duplican los niveles de contaminación atmosférica, dentro de 60 años -dice el estudio- “los recursos hídricos en el 50 por ciento del territorio nacional serían altamente vulnerables”. La cuenta es simple: la cuarta parte de la cobertura vegetal del país se alterará y más de 3 millones de personas “se verían privadas de una fuente de agua potable”. Todo ello obligará a repoblar el mapa: habrá éxodos masivos de las costas hacia las cordilleras y la proporción de cachacos por cada costeño se parecerá a la que hoy registran Tunja o Sogamoso.

Cuando nuestros nietos entren en la tercera edad, la economía padecerá quebrantos irreversibles por culpa de los destrozos ambientales. “Los agrosistemas se afectarían en un 47 por ciento”, pronostica el documento. Migrarán o se extinguirán especies que habitan en manglares y corales en trance de desaparición, lo cual reducirá a niveles ridículos la pesca de sustento y acabará con la comercial. Al mismo tiempo, la reducción en lluvias menguará el caudal de casi todos los ríos y obstruirá la navegación. Por idéntica razón, habrá “muy alta probabilidad de incendios forestales”.

El desierto avanza y seguirá avanzando. En 2001 existían 4,8 millones de hectáreas en proceso de volverse arena; el calentamiento sumará 3,6 millones más. Uno de sus efectos será el de fomentar enfermedades como la tuberculosis, la malaria y el dengue. Córdoba, Antioquia, Nariño, Chocó y Meta serán los departamentos más atacados.
Los colombianos del futuro serán quienes padezcan este apocalipsis. Pero nosotros, los colombianos de hoy, podremos evitarlo si adquirimos conciencia, exigimos medidas y nos decidimos a actuar.

Que funcione
La apertura de una zona de encuentro inyecta esperanzas al intercambio humanitario, que se creía hundido. Pero deben saber las Farc y el Gobierno que una nueva frustración sería terrible para los secuestrados, sus familiares y quienes creemos que semejante indignidad debe terminar.

Fuente: http://www.danielsamperpizano.com/

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