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viernes, 29 de mayo de 2009

El cuarto poder

El siglo XX fue testigo del auge de los medios como un cuarto poder, vigilante del desarrollo social y orientador de la opinión pública. Particularmente en Colombia, factores bien conocidos contaminaron de cinismo el ejercicio de la política, e incluso el de la ética pública y privada. Contra eso se levantó la fortaleza moral de algunos sectores sociales que tuvo expresión cabal en los medios de comunicación y en los periodistas. El Espectador y Guillermo Cano no son los únicos, pero sí los mejores ejemplos de una lucha por la defensa de unos valores que es preciso rescatar para la construcción del futuro.
http://www.elespectador.com/columna-el-cuarto-poder

El cuarto poder sirvió para derribar un presidente; así lo recuerda la historia de Watergate; también sirve para sostener presidentes, basta recordar al argentino Galtieri, un militar que se inventó una guerra que apoyó el poder de la prensa. Ese poder mantuvo viva una revolución en Nicaragua en donde La Prensa y Barricada son referentes históricos. Es un poder que mantiene presente en la conciencia de las clases populares todo lo sórdido y vergonzoso de la condición humana. Abran si no las páginas de El Espacio, en Colombia; Gente en Bolivia, Metro en Ciudad de México, La Hora en Chiclayo, La Teja, de Costa Rica o Trome de Lima. Es, por cierto, un poder que genera poder económico como lo puede comprobar una lista larga de medios que salieron de la nada y hoy son poderosos.

Se hizo evidente ese poder entre nosotros, cuando desde debajo de las alfombras, los medios extrajeron la historia de la relación entre políticos y narcotraficantes, que se conoció como Proceso 8000. Esa manifestación de poder, que arrinconó al poder político, no fue tan importante como la que ahora se sigue con el interés de una telenovela demasiado larga: el caso de la parapolítica y sus historias secundarias.

http://www.co.terra.com/imprime/0,,OI3333752-EI8879,00.html


Siempre he entendido el concepto de Cuarto Poder desde una triple dimensión. En primer lugar como poder en sí, concepto que servidor entiende, en la particular estructura de estado en la que vivimos y a la que por tanto circunscribo esta reflexión, no en su acepción negativa de conseguir que otros hagan lo que no quieren hacer, lo que a mi juicio es imposición, autoridad y obeciencia, sino como la capacidad de hacer que las cosas cambien, esto es: proposición y acción, que es algo muy distinto. En el contexto social que disfrutamos, hay una coletilla implícita en esa definición: se trataría de procurar que las cosas cambien... a mejor. Es lo que se deduce del resultado de cualquier proceso democrático de elección colectiva de representantes, poderes legislativo y ejecutivo. Nadie vota o designa a quien cree que va a empeorar su calidad de vida o sus circunstancias personales. Es de cajón. Pues bien, en los medios de comunicación no debería ser distinto: tienen una potestad que se habría de traducir, al menos en teoría, en contribución desinteresada al progreso común, en su doble vertiente de avance y mejora. No se trata de una quimera. Vuelvan la mirada a los años inmediatamente posteriores a la fundación de alguna de las cabeceras señeras españolas. Su rentabilidad se derivaba de un círculo vicioso de credibilidad y prestigio que revertía positivamente en la distribución y los ingresos. Qué tiempos aquellos.

http://www.cotizalia.com/cache/2009/01/31/opinion_69_necesaria_crisis_cuarto_poder.html

Pero el cuarto poder está, en todo el mundo, inmerso en una revolución. Que es tecnológica, pero no sólo. Que es también política, social. Los medios buscamos nuestro lugar en el mundo, tratamos de averiguar en qué pedestal situar la información, que es el bien más caro a la persona tras la vida y la integridad física.
http://blogs.periodistadigital.com/opinion.php/2009/01/31/fernando-jauregui-el-cuarto-poder-3991

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